Somos estúpidos, pero no idiotas
Natiuska Traña [email protected] | Viernes 23 agosto, 2019

La frase de la semana o la del año. Me imagino que en la interacción con sus amigos, familiares o hasta desconocidos ha escuchado y comentado sobre lo dicho por el diputado Melvin Nuñez en un audio un poco confuso y digno de traducción al español.
Siendo así, hablemos un poco de política. Y desengranemos la desafortunada expresión de don Melvin.
La palabra “estúpido” proviene del latín Stupere, que en latín el verbo se refiere a quedar paralizado; como adjetivo stupĭdus, se utilizaba para calificar a un necio o falto de inteligencia. Esto es, una persona con inteligencia anormalmente insuficiente.
Por otro lado, para la antigua Grecia, la cuna de la política, “idiota” proviene del griego idiotes y este calificativo aplicaba para quienes no se ocupaban de los asuntos públicos, sino que se abocaban por sus intereses personales. Para los atenienses faltar a ese deber no tenía justificación, principalmente porque además de que la vida política beneficiaba a “todos” su participación tenía ayudas por parte del Estado por participar. Entonces, por eso “idiota” adquirió el significado de tonto que renuncia (por voluntad o incapacidad personal) a ocuparse de la política que le afecta.
Pareciera que “no involucrarse en la política” es la última moda para muchos costarricenses ante la situación de descontento con los políticos electos y su gestión. ¡Qué se involucren otros y que resuelvan otros! Vaya, vaya…
Entonces, si jugamos con las palabras anteriores y sus definiciones, como resultado tenemos que estamos tratando con algunos diputados que se consideran incapaces, pero que se involucran en la política generando resultados catastróficos o ninguno por estar ocupando su curúl. Cabe mencionar que no es la primera vez que, los diputados se defienden con las frases de “no somos estúpidos”.
Ahora bien, resulta fácil analizar estos temas cuando nosotros no estamos directamente involucrados, pero lo anterior llama a un autoanálisis donde como ciudadanos no estamos queriendo pensar ni involucrarnos en la “cosa pública” porque podemos encontrar a “alguien que piense por nosotros”, lo que nos ha hecho ser víctimas de campañas política de marketing, donde al final escogemos a cualquier candidato que nos pongan en la papeleta, porque nos cayó bien o era el más popular sin tener idea de qué de todo lo que dice es posible de realizar, así como no estamos obligando a los partidos políticos a escoger a la gente capacitada para los puestos. Los cambios dependen de nosotros como ciudadanos, que debemos reconocer que hay otra forma de hacer política, sin corrupción, sin impunidad, permitiendo que se involucren nuevas personas que tengan ganas de servir, pero que no los dilapidemos y los metamos en el mismo canasto de los “políticos de siempre”, lo que ha provocado que simples oportunistas se encarnen en los puestos públicos y se roten de silla, sin siquiera saber nada de lo que están haciendo.
Es una decisión personal, como ciudadanos no seamos estúpidos y todavía menos, idiotas.
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