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Sábado, 12 de abril de 2025



COLUMNISTAS


Diferentes en un mundo de iguales

Luis Mastroeni [email protected] | Viernes 11 abril, 2025


Algunos se están callando y prefieren que no los noten. Tienen miedo o se cansaron de que los juzguen.

Esa parece ser la decisión de muchas empresas que han empezado a ser parte del movimiento “greenhushing”. Esta mala práctica (lo digo de una vez) consiste en callar los esfuerzos en temas sociales o medio ambientales, por temor a ser juzgados o considerados como parte de las empresas que están en contra de un “verdadero desarrollo”.

Esta práctica empezó hace unos años (y hoy está más activa que nunca), cuando algunas personas empezaron a crear teorías de la conspiración con respecto a los indicadores ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) y a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Las teorías condenaban a las empresas que se gestionaban basadas en estos indicadores, con el fin de generar impactos más equilibrados y mejores sociedades.

Las tildan de extremistas y en contra de un “verdadero desarrollo y crecimiento económico”.

Sus enemigos están en contra de todo lo que tiene que ver con un equilibrio entre lo social, lo ambiental y lo económico y señalan como adversas al desarrollo a todos los negocios que no se enfoquen en generar todo el dinero que puedan a cualquier costo. Es un retroceso impresionante.

Callar no es una opción cuando ha costado tanto llegar al nivel de esfuerzo que muchas empresas hacen hoy por mejorar su rentabilidad con el mismo nivel de importancia con el que desean disminuir sus impactos negativos sobre la sociedad y el medio ambiente.

Levantar la voz en medio de un desierto de incrédulos es más importante que nunca. La evidencia está a favor de quienes tienen prácticas de negocio responsables y equilibradas.

¿Por qué se juzga tanto a quienes siguen criterios ASG en sus empresas?, pues porque hubo quienes se fueron al otro extremo y querían etiquetar todo como ASG y además engañaron a los fondos de inversión, para poner dinero en actividades que al final resultaron un fraude. Por esta razón, creen que todos son iguales y empezaron a criticar estas prácticas de negocio (esto mismo aplica para la estrategia de diversidad, equidad e inclusión: DEI).

Ni tanto que queme al santo, ni tan poquito que no lo alumbre. Dice un dicho en mi país. Es decir, debemos actuar apegados a la ciencia y a los datos que nos dicen que el planeta no puede exceder sus límites, pues terminamos todos perdiendo. Además, los abusos contra los derechos humanos y las malas prácticas laborales de muchas organizaciones son evidentes y así no se vale operar. Es esto de lo que estamos hablando y si su empresa está haciendo lo posible por luchar en contra, no debe callar, es más, es momento de levantar aún más la voz.

Las prácticas de negocios basadas en triple impacto e indicadores ASG son sensatas y les permite a las organizaciones enfrentar los retos que la sociedad y los ecosistemas les plantean en momentos tan complejos, como los que vivimos hoy. No hay otra forma de ser viable en el futuro.

Lo que pasa es que hay quienes se han aprovechado de estos temas y han mal informado o asesorado a los empresarios y una vez que fracasan, dejan de creer. En el corto plazo no pasará nada, pero empezarán a sufrir en el mediano y largo plazo.

El silencio no es una opción en el momento en que la evidencia está de nuestro lado. Pero levantar la voz con base a datos falsos o prácticas exageradas, tampoco es acertado.

Un adecuado manejo de la comunicación, para seguir insistiendo en la necesidad del equilibrio, la moderación y los límites es urgente. Ser diferente en un mundo de iguales, es lo único que hará posible los negocios del futuro.

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