El ombligo del mundo
Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 24 diciembre, 2007

Reviso mis artículos anteriores —ya llevo tres años en esta faena— y noto que muchos de sus títulos llevan el nombre de canciones. Este no es la excepción y les cuento que se trata de una composición de 1995 del italiano Jovanotti, cuyo título original es “L’ombelico del mondo”.
Ahora bien ¿por qué hablo de ombligos en este día de Navidad? Porque de alguna manera hoy todos —todos en Costa Rica y muchos en el mundo occidental— estaremos en lo mismo: celebrando la ceremonia navideña.
A diferencia de nuestros cumpleaños —día en el que somos el centro del universo solo nosotros y nuestros colegas de efemérides— la Navidad nos coloca a todos junto con nuestras familias en el ombligo del mundo. En un mismo día estaremos realizando una ceremonia similar.
Algunos, siempre, todos los días, creen ser el ombligo del mundo, aunque no sea su cumpleaños, ni su estreno, ni su boda, ni su graduación, ni la entrega de un Premio Nobel.
Hay un viejo dicho costarricense —y por supuesto burgués— que dice que cuando uno encuentra que el Paseo Colón es muy ancho debe salir de viaje. Sabia sentencia para tomar conciencia de nuestras dimensiones.
No somos tan únicos, ni tan especiales. Y como ejemplo les voy a contar una anécdota de ciencia ficción que le sucedió a mi amigo Víctor, argentino-canadiense.
Su hija Jimena decidió venir a visitarlo acompañada por su novio Mathieu. Como toda chica moderna se “metió” en Internet y buscó los precios más baratos para llegar desde Montreal hasta San José. Por una módica suma de $700 consiguió dos boletos y se dirigió muy oronda a visitar a su padre.
Al llegar al aeropuerto llama a su papá —con su super celular que funciona en casi en todo el universo— para preguntarle hacia dónde debe dirigirse. “Hacia la salida” responde su padre consciente de que solo una puerta tenemos (aunque ya casi hemos llegado a los 2 millones de turistas anuales).
La muchacha insiste: quiere saber si sale hacia la autopista 101 o hacia la 880. Víctor no vacila en decirle que solo hay una autopista, la Interamericana, la Bernardo Soto colapsada por parte del millón doscientos mil vehículos que circulan en nuestro país.
Finalmente y ya muy nervioso, Víctor le pide a su hija que le pregunte a alguien pero —¡oh, sorpresa!— nadie habla español, solo inglés. ¿Tan invadidos estamos? Desesperada la muchacha busca un mapa y ruega que le digan dónde está. En San José… de California.
Al parecer no es la primera persona que —al buscar boletos aéreos por Internet—encuentra en primer lugar de la lista —y con óptimos precios— ese San José.
Nosotros que nos creemos únicos tenemos muchos mundos paralelos a pesar de que el sensacional Milton Nascimento nos haya dedicado una canción, “Corazón Civil”, que repetía en su estribillo: “San José de Costa Rica, corazón civil me inspira mi sueño de amor por Brasil”. Claro, han pasado 25 años desde esa poesía que rescataba muchas cosas que hemos perdido en el camino.
En todo caso, ¡Feliz Navidad a todos los ombligos del mundo!
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