El que paga la música
Marcello Pignataro [email protected] | Lunes 11 mayo, 2009


El que paga la música…

Ya existe en la actualidad un rubro igual o superior a los ¢3 mil que cobra la Asociación de Compositores y Autores Musicales de Costa Rica a restaurantes, bares, radioemisoras y otros establecimientos, que busca proteger los derechos de autor de obras musicales de diferentes tipos.
Sin embargo me parece absurdo creer que el 3% de los ingresos brutos de los mismos establecimientos vaya a ser destinado, efectivamente, a repartir regalías entre artistas de todo el mundo, cuya música se programe en radios, fiestas, bares y demás.
No puedo menos que imaginarme cuánto de ese dinero irá a parar a las arcas de músicos consagrados como U2, Metallica, Christina Aguilera, Madonna y (no podía faltar en mi lista) Iron Maiden cuya música ose sonar en fiestas, bailes, quince años, vehículos y demás.
Resulta irónico que las disqueras, que tanta ayuda necesitan de las radioemisoras (hasta el momento las principales opositoras al cobro), ahora decidan cobrarles por transmitir la música de los artistas que ellas mismas (las disqueras) buscan promocionar para, casualmente, generar un ingreso por la venta de discos que los usuarios hagamos. ¿No parece esto como un doble cobro?
Es claro y evidente que la industria musical, en general, ha sufrido un duro embate por la piratería a nivel mundial. El famoso Napster, en su momento, se convirtió en el iniciador de toda esta controversia al permitir a usuarios de cualquier parte del mundo compartir, en formato comprimido de MP3, sus canciones y artistas favoritos.
Ahora es cuestión de descargar un programa conocido como Torrent para bajar no una canción, sino discos y colecciones completas en cuestión de horas.
La estrategia de las disqueras, en la era Napster, fue incluir contenidos adicionales en los discos (canciones escondidas, vídeos, multimedia, etc.) de manera tal que al comprador le resultara más atractivo adquirir el disco que bajar la canción. Acudieron a darle valor agregado al disco, sin subirle el precio, y funcionó por un tiempo.
Luego, con el avance de la tecnología, ha sido posible que los usuarios “piratas” puedan bajar hasta películas completas, lo cual les quitó el atractivo a contenidos multimedia y demás.
No tiene sentido, entonces, que Fonotica le cobre un porcentaje sobre ingresos brutos a nadie, si lo que busca, más bien, es promocionar sus artistas para que la gente compre los discos. Al menos esa sería la idea de enviar copias gratuitas de sencillos y discos completos a las estaciones de radio, ¿no creen?
Si los señores de Fonotica salen al público e indican, con lujo de detalles, cómo estaría distribuido ese porcentaje o cobro fijo que pretenden, otro gallo podría cantar. Mientras no se sepa adónde irá a parar ese dinero, es poco probable que las entidades afectadas estén anuentes a pagar.
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