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COLUMNISTAS


Un monumento a la mujer costarricense

Vladimir de la Cruz [email protected] | Miércoles 15 julio, 2020


Pizarrón

Ante la celebración del bicentenario de la Independencia, que se realizará el próximo año, la Academia Morista Costarricense, que recoge en su actividad la memoria viva relacionada con la Campaña Nacional de 1856-1857, contra la presencia filibustera norteamericana, en Costa Rica y en Centroamérica, y especialmente la memoria y reivindicación histórica del Benemérito de la Patria Juan Rafael Mora Porras, tiene programada una intensa actividad para el año venidero. Parte de esa actividad está toda lo relacionado con la Semana Morista que se lleva a cabo en la última semana del mes de setiembre, que recuerda el 30 cuando fue injustamente fusilado el Presidente Benemérito Juan Rafael Mora Porras, a quien aún no se le ha hecho un Funeral de Estado, como hemos señalado en un artículo anterior.

Estamos en una situación nacional que cuesta pensar en gastos, con motivo de la Pandemia, pero aún así no se pueden evitar los actos conmemorativos relacionados con la fecha del Bicentenario. Y dentro de ellos hay que pensar en eventos y actividades que deben promoverse, con posibilidad de realizarse.

Durante la lucha por la Independencia en Centroamérica son destacadas las notas y noticias relacionadas con las mujeres guatemaltecas movilizándose hacia el Palacio de los Capitanes Generales, para presionar y apoyar a quienes allí estaban dirigiendo la lucha política en favor de la la Independencia del Reino de Guatemala, o de la Capitanía General de Guatemala, de la que formábamos parte junto con el resto de las Provincias de Centroamérica, o Partidos, como también se les llamó después de las Reformas Borbónicas, movimiento que dio origen al Acta del 15 de Setiembre de 1821, con la que Guatemala declaró su Independencia, y giró instrucciones para que así se comunicara al resto de las Provincias, convirtiéndose dicha Acta en el detonante de la Independencia que declararían en los siguientes días El Salvador, el 21 de setiembre, Nicaragua y Honduras, el 28 de setiembre, luego Nicaragua rectificando el Acta del 28 de setiembre, y reafirmado su Independencia, y finalmente Costa Rica, y el Partido de Nicoya, el 29 de octubre de 1821, con lo que se cerraba el ciclo de pronunciamientos que conduciría luego a la constitución de la República Federal de Centroamérica.

Los años siguientes, para todos los países centroamericanos que recién iniciaban su vida independiente, fueron muy parecidos en cuanto a su construcción constitucional y estatal, por más intensos que fueron, en las luchas políticas internas, de los diferentes grupos económicos, sociales y políticos que se iban formando.

El marco de la Republica Federal no impidió al interior de cada uno de esos países las luchas internas, y las diferentes constituciones políticas que los fueron moldeando, del mismo modo que desde nuestra perspectiva, con Braulio Carrillo, optamos por abandonar la Federación porque no nos deparaba beneficio alguno, situación que contribuyó para que otros países centroamericanos tomaran, poco a poco, posición similar a la nuestra, hasta que la Federación finalmente se acabó. Ni siquiera la presencia de Francisco Morazán, en 1842, en el gobierno de Costa Rica, logró asentar a Costa Rica de nuevo en la ruta federal. Derrocado Morazán, en setiembre de 1842, se reafirmó el camino de la separación hasta que el Dr. José María Castro Madriz, en 1848, le dio la estocada final a este proceso, Declarando el 31 de agosto la República de Costa Rica. A partir de este momento iniciamos nuestra vida independiente con más fuerza y más reconocimiento internacional.

La Guerra de 1856 y 1857 puso en peligro esta Independencia, no solo la nuestra sino también la de Centroamérica. Por ello la Guerra Nacional fue una defensa y afirmación de la Independencia Nacional.

William Walker venía con la intención de esclavizar estas repúblicas y anexarlas a los Estados sureños de los Estados Unidos. En este cometido estableció, gobernando Nicaragua brevemente, la esclavitud, en Nicaragua, en 1855. La amenaza sobre Costa Rica era más grande. Walker envió emisarios al país, con propósito similar, que fueron rechazados y desde diciembre de 1855 el Presidente Juan Rafal Mora Porras empezó a preparar a la población para la tarea militar que se avecinaba. El recién nombrado Obispo, Anselmo Llorente y la Fuente, le apoyó y se sumó la Iglesia Católica Costarricense, con sacerdotes, acompañando a las tropas costarricenses, en sus diferentes columnas de combate.

Los hombres de Costa Rica, en un 20% de su totalidad, el 10 % de la población nacional, fue movilizado a la Guerra Nacional. Salieron esos combatientes de los campos de trabajo, de labranza en general, de la agricultura del café en expansión en esos años, de las haciendas ganaderas y de las plantaciones de caña del Valle Central, y a ellos se iban sumando hombres del interior del país, y luego de la Pampa guanacasteca, la caballería de esa zona, también dejando sus campos de trabajo…pero, no dejando sus campos de trabajo al garete. Aquí empezaron a jugar un papel muy importante las mujeres costarricenses.

Las mujeres costarricenses, abuelas, suegras, esposas de los combatientes, madres, de ellos e hijas, asumieron sus papeles productivos. Se incorporaron más decididamente a la producción nacional en todos los campos que fue necesario. El país no podía dejar de producir. Había que mantener la economía de guerra que la Campaña Nacional demandada, y había que producir alimentos para los soldados, la tropa que alcanzó alrededor de los 10.000 movilizados al combate. Este trabajo estuvo en manos de las mujeres costarricenses, anónimas todas ellas, pero que no le zafaron el bulto a la demanda patriótica que se exigía.

Algunas mujeres se integraron al Ejército como como cocineras, vivanderas como Francisca “Pancha” Carrasco, que lo fue del Estado Mayor, como lavanderas, como enfermeras o ayudantes en los Hospitales de Campaña que se llevaron al combate, y en otras tareas que les fueron demandadas. Pocas mujeres fueron combatientes. No era la época para que las mujeres participaran de las actividades militares como soldados activos, lo que no impidió que mujeres como Pancha Carrasco asumiera tareas militares cuando fue necesario y se distinguiera en ellas, y con buena puntería.

En el Reconocimiento Nacional, que se la ha dado a Pancha Carrasco como la mujer destacada de esa Guerra Nacional, en la Galería de Héroes Nacionales, allí se le ha hecho un reconocimiento a todas las mujeres, que anónimamente participaron en esos eventos y que con su trabajo contribuyeron a sostener a las tropas en sus combates.

Los actos conmemorativos a la celebración de la Independencia Patria del próximo año debería contemplar la posibilidad de realizar un Gran Monumento a la Mujer Costarricense, a la mujer en general, a la mujer anónima que participó de estas gestas políticas y patrióticas, desde la Independencia y la de la Campaña Nacional reconociéndoles en este Monumento su participación, su colaboración, reconociéndoles su viudez a las que perdieron sus maridos en la Guerra, a las madres que perdieron sus hijos, a las mujeres que con motivo de sus esposos e hijos caídos se convirtieron en cabezas de familia sosteniendo sus hogares y sacando adelante a sus familias, reconociendo a las que tuvieron que atender la epidemia del cólera y sus consecuencias, que provocó la muerte de 10.000 costarricenses más de los ya caídos en los campos de guerra, y luchando con sus atenciones a los enfermos para que la peste no se propagara más, logrando que la tropa en corto plazo de nuevo se integrara a los campos de batallas, con nuevas movilizaciones de soldados hasta Nicaragua, en lo que se ha llamado la Segunda Campaña Nacional.

La mujer educadora, la Maestra en el Hogar y en la Escuela, cuando aún no se había desarrollado un potente sistema educativo, fue el baluarte de la formación de valores humanos, cívicos, familiares y patrióticos, desde el Hogar. La Madre Maestra, la que se extendió a la “Niña” escolar, que desempeñaba ese importante papel, fue pilar también de la formación democrática nacional desde la Escuela pública costarricense, desde el siglo XIX hasta hoy, en todo el sistema educativo nacional. Las Maestras siguen siendo en cierta forma parte de ese ejército de mujeres anónimas…

Las madres jugaban un papel muy importante. No podemos olvidar a Juan Santamaría cuando al asumir voluntariamente su responsabilidad de ir a quemar el Mesón de Guerra, donde estaban los filibusteros en Rivas, su último pensamiento fue para su Madre, al pedir, ante la inminente posibilidad de muerte, que “cuidaran de su Madre”, lo que el Estado y el Gobierno costarricense hicieron y reconocieron otorgándole una pensión, la cual, después, le fue incluso ajustada económicamente.

Las mujeres anónimas siguen estando presentes en la vida de cada uno de nuestros hogares y familias. Hoy cerca de 700.000 mujeres están incorporadas al proceso productivo, como asalariadas. De ellas más de 300.000 son cabeza de familias, lo que significa que son el principal ingreso económico de sus hogares aun cuando tienen esposo o compañero. Son el soporte de los casi 300.000 desocupados que alcanza hoy el país, por el impacto de la pandemia, por lo que han reducido sus jornadas de trabajo y con ellos sus salarios, o han sido suspendidos o despedidos de sus trabajos, dejando de percibir ingresos, y en este sentido son estas mujeres el principal “colchón” de “amortiguamiento” de que en el país no haya luchas sociales más intensas de trabajadores y de los desocupados, y por esas mismas razones sociales económicas, del mismo modo, por la situación crítica como la que vivimos, y se vivirá por varios meses, intensificándose, puedan ser también el principal motor de lucha social o el detonante de luchas sociales que aun no hemos visto.

La Mujer Costarricense, en su anonimato, es la mujer que todos tenemos en nuestros hogares, que hemos tenido en nuestras familias, con nuestras madres, abuelas, bisabuelas, con nuestras esposas e hijas, que muchas veces se desdibujan al ser las esposas de fulano, las madres de sutano o las hijas de mengano.

Es hora de que reconozcamos el papel de la Mujer Costarricense. Los festejos de la Independencia deben hacernos meditar sobre el papel de la mujer en la sociedad costarricense.

Hacer un Gran Monumento a la Mujer Costarricense como elemento esencial en la forja y el desarrollo de la sociedad y la democracia costarricense es una deuda que tenemos como sociedad.

Allí, en otros países, donde las mujeres se ha destacado en guerras se les ha reconocido sus papel, también de manera anónima, como por ejemplo, “Las Soldaderas” de la Revolución Mexicana, que son un ejemplo de ellas, en la antigua Unión Soviética había monumentos a esas mujeres que de distinta manera destacaron en la historia de esa gran nación y se les reconocía su papel.

A los soldados caídos que anónimamente se les recuerda con tumbas o monumentos alusivos a los “soldados desconocidos”. Don Pepe Figueres, en su gobierno de 1970-1974, exaltó a los caídos de los dos bandos de guerra, aludiendo al recuerdo de la Guerra Civil de 1948 cuando hizo el Monumento en Dota, y otros eventos donde distinguió anónimamente a los caídos en esa guerra, valorando en cada uno de ellos sus objetivos y sacrificios por los cuales dieron sus vidas.

En Costa Rica nos debemos también, en los Cementerios Nacionales o municipales, La Tumba de los Caídos en la Guerra de 1856. Esta lista ya existe. Es una obligación moral de todas la municipalidades con apoyo del gobierno de impulsar estos monumentos en los cementerios que bien podrían servir también para que cada 20 de marzo, 11 de abril u otras fechas patrias allí se les rindan culto y recuerdo a los que cayeron dando su vida por la Patria. También se podrían hacer murales en los parques centrales de cada cantón con la lista de los caídos, de cada Cantón, en la Guerra Nacional de 1856-1857.

Lo inmediato por ahora es luchar porque se haga un Gran Monumento a la Mujer Costarricense, con motivo de la celebración del Bicentenario de la Independencia Patria, y Centroamericana, que en él se reconozca de esa manera a todas las mujeres del país, que desde sus distintos trabajos, ocupaciones, en el hogar o en la producción en general, tienen, y con ellas a todas las madres costarricenses, los árboles de la vida nacional, que han producido a los hijos del país, como recuerda la canción patriótica.

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