Felipe
Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 28 julio, 2008

Claudia Barrionuevo

No le importa la crisis alimentaria mundial: para aliviar su hambre le basta emitir un par de soniditos.
No tiene placa restringida para ningún día de la semana. No sabe del alza en el petróleo. No le interesa ir a ninguna parte: su cuna ya es demasiado grande para preocuparse por otros espacios físicos.
Que el Papa no alivie el desgarramiento de las familias víctimas de la pedofilia —ejercida por algunos pastores de la Iglesia— o que la Conferencia Episcopal de Costa Rica se rasgue las vestiduras por la posibilidad de matrimonio entre personas del mismo sexo —al tiempo que sus oficinas son allanadas por la fiscalía por presunta estafa—, a Felipe no le quita el sueño. Los cólicos, sí. Total, las necesidades espirituales por ahora le son ajenas.
Felipe tiene ya asignado su número de identidad aunque faltan al menos 12 años para que pueda tener un documento y 18 para alcanzar la mayoría de edad y ejercer su derecho al voto. Ya para entonces Laura Chinchilla, Johnny Araya y Ottón Solís habrán sido presidentes o ya no lo serán.
En 2026 los Arias serán personajes de una historia pasada y de los escándalos que los rodean en este momento tal vez nadie se acuerde. Felipe —de fijo— no se acordará de nada. Su capacidad de memoria apenas se está iniciando y por ahora solo responde a unos pocos reflejos condicionados. No ha aprendido que en nuestro país “ningún escándalo dura más de tres días” y que de los fondos del BCIE, las donaciones de Taiwán y las relaciones del Grupo Sama con la Iglesia solo unos pocos —en nuestra tercera edad— nos acordaremos. Y —posiblemente— esa memoria no nos servirá de nada.
Felipe no sabe mentir. Como todo ser humano desarrollará esa habilidad muy pronto. Más tarde conocerá el valor de lo refranes. Mucho después aprenderá que el famoso dicho “Miente, miente que algo queda” se utiliza en la política para atacar y defenderse. Depende del lado en que esté el funcionario cuestionado.
Escéptica y desilusionada, yo, su tía-madrina quiero donarle a Felipe algo para cuando tenga 18 años.
Quisiera creer que en 2026 el país no será dominado por quienes anteponen sus intereses económicos ante todo lo que tenga que ver con el bienestar colectivo. Tengo mis dudas. Después de todo el Tribunal Ambiental fue invadido por ladrones de informes y algunos de sus miembros amenazados de muerte.
Las costas no son nuestras y muchos de nuestros compatriotas no solo no las defienden sino que pretenden sacar beneficios de ellas sin ningún escrúpulo.
Me gustaría confiar en que, cuando los gobiernos hayan terminado de vender todos los activos del Estado que habían sido nacionalizados o creados en el siglo pasado, no desmantelen la máxima adquisición social de mediados del siglo XX: la Caja de Seguro. Sueño.
Por ahora Felipe está lejano a todo lo que no sean los brazos de quienes queremos protegerlo de todo. Es solo un bichito. Más cercano a cualquier animalito recién nacido que a un ser humano con todas sus imperfecciones. Por dicha.
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