Autos eléctricos, un paso en la dirección correcta
Leiner Vargas [email protected] | Martes 19 diciembre, 2017
Reflexiones
Autos eléctricos, un paso en la dirección correcta
La semana anterior se aprobó en definitiva por parte de la Asamblea Legislativa el proyecto de ley que incentiva la compra de autos eléctricos en el país. Es un primer gran paso en la dirección de eliminar la importación de vehículos a combustión y de corregir las consecuencias que tiene para el país el uso de combustibles fósiles. Efectivamente, el país en la actualidad cuenta con alrededor de 1,4 millones de vehículos, entre motos y autos, y una tasa de crecimiento anual que supera el 7%. Estas cifras son alarmantes y provocan que la congestión vehicular y la ineficiencia del sistema de transporte sean uno de los problemas más agudos de la sociedad costarricense de hoy. Es por eso que la presente reflexión no solo quiere felicitar a nuestros diputados y diputadas por el logro de tan importante acuerdo legislativo, sino también, valorar los pros y los contras de no atender con urgencia este tema central llamado, movilidad.
El costo social de la movilidad es una externalidad creciente que se desborda cuando incorporamos ya no solo los efectos dañinos a la salud de los contaminantes por hidrocarburos emitidos en el transporte, sino que se profundiza cuando se reduce el tiempo promedio de la velocidad de nuestro recorrido, concentrando la contaminación y reduciendo la eficiencia del sistema de transporte de manera sustantiva. Hospitales, escuelas, lugares de trabajo y todo tipo de vecindarios, deben pagar un alto precio por estar en las orillas de nuestras vías, pero tal como ha sido diagnosticado en numerosos estudios de la Universidad Nacional, la contaminación urbana afecta sustantivamente la calidad de vida de nuestra población en los principales centros urbanos del país.
Desde todo punto de vista, eliminar las emisiones de contaminantes es una solución social que debe priorizarse, los costos en la salud son muchas veces más altos que cualquier ingreso que el Estado obtenga por impuestos. Lamentablemente, el país sigue dependiendo de los impuestos por compra de vehículos nuevos y también, por el uso de ellos a través de los impuestos al diésel y las gasolinas. Este tema fiscal es un nudo no fácil de resolver, debemos depender de otros impuestos y no necesariamente cargar tanto la mano a los sistemas de transporte, sobre todo a los mecanismos limpios.
En el proyecto aprobado, se ha puesto la meta de 100 mil unidades de transporte, motos y autos o cinco años como referencia temporal, lo que suceda primero. Estoy seguro que esa cifra será superada en menos de la mitad de este periodo. Ya he dicho en otro momento en esta columna que el negocio de las electrolineras, que si fuese mi decisión les llamaría centros de recarga vehicular, para eliminar ese odioso tema de confundir gasolina con electricidad en el sector, será ocasional y esporádico. Empero, la principal demanda de electricidad para los vehículos será en la cochera de la casa o en el parqueo del centro comercial. Es claro que la energía más barata en Costa Rica es la que se utiliza de noche y que efectivamente podríamos tener mucho más eficiencia si cargamos la batería antes de salir de casa. Así que para quienes piensan en la venta de electricidad en el transporte como la solución para los megaproyectos eléctricos, quiero decirles que pueden ir cerrando las unidades ejecutoras, no se requieren más proyectos hidroeléctricos para abastecer el sistema de transporte con energía eléctrica convencional. Lo más eficiente será tener un sistema de energía solar que recargue la batería de mi auto eléctrico y que permita generación autónoma no distribuida en el sistema.
Otra situación que tenemos que valorar es qué sucede con los autos que no se usan al consumir estos primeros 100 mil vehículos eléctricos. Es sustantivo pensar que dichos autos o motocicletas de segunda mano si son de modelos muy antiguos, pasen a formar parte de la chatarra y no continúen circulando en nuestras ya apretadas calles. Si no tenemos una caída y salida de vehículos viejos de nuestras calles, no solo tendremos más contaminación sino más congestión, por lo que el efecto de aumentar los autos eléctricos será muy poco. Debemos recordar que en movilidad la cuenta suma en kilómetros recorridos, no en tiempo en la carretera. El país deberá entonces utilizar otros instrumentos para eliminar vehículos a gasolina y sobre todo, a diésel. Los vehículos a diésel son los peores contaminantes urbanos y generan efectos mortales en la salud humana. Es lamentable que sigamos importando muerte por la incapacidad de tener un sistema de impuestos que castigue de acuerdo con los parámetros de contaminación. Eliminar las flotas de vehículos de carga y de transporte público a base de diésel deberá en lo consiguiente ser una prioridad, no solo para reducir las muertes producto de las emisiones de contaminantes de dichos vehículos, sino también para corregir un desbalance en materia de pago de tributos que han hecho a los vehículos a diésel muy atractivos para nuestras calles.
No debemos olvidar que la movilidad en las ciudades puede mejorarse, cerrando nuestras ciudades a la circulación, reduciendo el tiempo de parqueo y aumentando sus costos y, sobre todo, mejorando el transporte público, con nuevos modos de transporte como el metro, tranvía o tren rápido. A todo lo anterior, debería sumarse una campaña de comunicación que les pida a nuestras nuevas generaciones una actitud diferente sobre movilidad, que haga “cool” montarse en el autobús o andar en bicicleta, que agregue valor el montarse en el tren y que sobre todo, permita que quienes contaminen, retribuyan socialmente por los costos involucrados en dicha acción. Si bien, aún estamos lejos de la meta señores diputados, el paso dado va en la dirección correcta.
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