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Lunes, 16 de diciembre de 2024



NOTA DE TANO


Me honro en gritar mis colores rojinegros

Gaetano Pandolfo [email protected] | Miércoles 19 junio, 2019

Juan Ulloa, el “Loco”, casi nos revienta el corazón erizo con sus goles.

Me hice “alajuelense” por “Chumpi” Zeledón, mi papá, seguidor del Orión. Me llevó al Estadio Nacional a ver un juego entre el Orión y la Liga y ese día, “Chumpi” se jugó un partidazo. El niño, de siete años, quedó atrapado por los colores rojinegros. Todavía recuerdo nombres de la formación manuda de esa fecha: Carlos Alvarado, Nelson Morera, Vivo Quesada y Erick Molina; Panchita Leandro y Chona Rojas; Indio Retana, Chumpi Zeledón, Solanito, Morux y Farachín Alvarado.

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En la década 55-65 me convertí en un fanático del Alajuelense; los compañeros del Colegio seguidores del equipo, disfrutamos las mieles del triunfo y de los títulos como el tricampeonato 58-59-60, en mi caso, desbordado de pasión rojinegra gracias al espectacular fútbol de mi ídolo Juan Ulloa. “El loco” nos hizo estallar el corazón erizo con sus golazos.

El ingreso a la universidad y el matrimonio nos bajaron los ímpetus del fanático para dar paso a un seguimiento de la Liga más analítico, reflexionado y maduro.

En 1969 escribí mi primera crónica de un partido en La Nación y públicamente me declaré orgulloso seguidor del Alajuelense.

Siempre con tremendos jugadores:

Damos una alineación al azar: Alejandro González; Alfonso Estupiñán, Rodolfo Mills, Macho Agüero, Luis Raquel Ledezma; Palomino Calvo, Chalazo Vega, Juan José Gámez, Rolando Villalobos; Roy Sáenz, Errol Daniels.

Jamás olvidar el aporte profesional al club de “los checos”: Kollar, Mraz, Postulka y Bouska; y de “Los Carasucias”: Mayorga, Valverde, Peynado, Berry, Víquez, Arguedas y Brenes.

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En mi carrera como periodista deportivo, Badú Vieira fue el responsable de que retornara a mi sangre el fanatismo rojinegro.

El maravilloso Alajuelense de Badú transformó al cronista en fanático del equipo, pero no sucumbí en el equilibrio de la información.

Lamentablemente, la tecnología y la inmediatez en la información fue alejando cada día más a los periodistas de los escenarios deportivos, y el periodismo digital casi que los separó.

Hoy, después de medio siglo escribiendo desde los palcos de prensa de los coliseos, sigo a mi querida Liga a la distancia.

Soy manudo; soy seguidor rojinegro; mi corazón late entusiasmado en el triunfo, pero se apacigua y calma en la derrota.

Jamás, de viejo, he sufrido por una caída de mi León rugiente y hoy me honra formar parte de la enorme familia manuda que celebra orgullosamente el “Centenario”.

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