La libertad de circular
Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 22 junio, 2009


La libertad de circular

Yo sí pude ejercer mi profesión. Durante los dos meses que estuve ensayando mi última obra de teatro en el centro de San José —justamente durante las horas pico— me desplacé en bus. No me tomaba mucho más tiempo pero sí me costaba menos dinero al no tener que pagar parqueo.
Mi mamá trabajaba conmigo y —afortunadamente— nuestros vehículos tenían restricción en días diferentes, lo que nos permitía viajar juntas en un solo carro.
También tenía la opción como muchos de tomar un taxi, que, depende de la distancia puede ser más barato que depositar el carro en un estacionamiento.
Aclaro que respeté la medida todos los lunes —según correspondía a mi automóvil— no solo porque era una regla legal y social, sino porque estaba de acuerdo con ella.
Algún experto en economía ha declarado que poco y nada se ahorró en combustible durante los meses que duró. Puede ser. Yo misma no creo haber gastado mucha menos gasolina.
Seguramente la disminución en el nivel de contaminación debe haber sido imperceptible. Pero salvo que seamos seriamente alérgicos o limpiemos las ventanas de las casas que están cercanas a calles de gran circulación, poco y nada nos damos cuenta de la suciedad del aire que respiramos.
Lo que sí noté, lo que fue evidente, sobre todo al principio de la aplicación de la regulación, fue la disminución en el tránsito: menos presas, más rapidez en los desplazamientos, en fin, menos estrés.
Y aunque ante la falta de oficiales de tránsito y las multas incobrables, algunos habían olvidado la restricción y otros nunca la respetaron, cuando esta fue levantada, al parecer, la ciudad colapsó.
Costa Rica no inventó la restricción vehicular ni fue el primer país en aplicarla. Posiblemente en otras ciudades también algunos ciudadanos han estado en contra de la medida pero esta no ha sido anulada. Tal vez no tengan una Sala Cuarta tan eficiente como la nuestra.
Muchos liberales han aplaudido la resolución de la Sala Cuarta insistiendo en que limitar la circulación de vehículos coarta la libertad.
Siendo una defensora de muchas libertades individuales creo que nunca se debe anteponer el confort de uno sobre el beneficio de todos.
“La libertad de una persona termina donde empieza la de la otra”, me repetía mi papá desde que estaba chiquita, y sigo creyendo en esa máxima. Prefiero pensar en el bienestar colectivo antes que en el individual.
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