Esperar la esperanza
Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 12 julio, 2010


Esperar la esperanza
Esperar es un verbo transitivo que viene del latín sperare. Significa permanecer en un sitio o en una situación hasta que algo suceda o alguien llegue.
Esperar ocupa gran parte del tiempo de nuestras vidas.
Algunas esperas nos obligan a estar en un espacio durante un tiempo determinado. En las oficinas públicas la espera puede hacerse eterna: los bancos, la Caja de Seguro (medicina o trámites), Tributación, Migración… En algunas instituciones tienen sillas y números lo cual lo hace lo bastante cómodo para instalarse con un libro. En otras hay que ir cambiando de silla: incómodo y desagradable.
Esperamos en las presas, esperamos al teléfono, esperamos en las salas de espera de los médicos y los abogados, esperamos más tiempo del que quisiéramos.
Otras esperas pueden durar más en el tiempo pero no son permanentes. Esperar el resultado de un concurso literario puede tomar, dos meses pero uno no pasa las 24 horas del día pensando en eso. En cambio el resultado de una biopsia estará lista en 15 días y uno no deja un instante de estar a la espera.
Hay esperas ansiosas y alegres: el estreno de un espectáculo, la fiesta de cumpleaños, ¡la llegada de mi hija!
Esperar también significa confiar, desear que pase algo, definición que queda más clara en el sustantivo esperanza.
El embarazo es un estado de espera y de esperanza.
No es cierto que la esperanza es lo último que se pierde: a medida que uno crece se gana paciencia para esperar pero se pierde la esperanza. “Las esperanzas no llegan al otoño” canta Joan Manuel Serrat basado en Benedetti.
No es que uno no practique las tres virtudes teologales. Los años nos hacen más caritativos. Algunos refuerzan la fe y otros la abandonan para siempre. Pero lo que es la esperanza…
Y es que como sentenció Lord Byron “cuanto más conozco a los hombres más quiero a mi perro”. Cuanto más se ha vivido más se ha visto, más se sabe y menos se espera de la humanidad.
Uno ya sabe que después de cierta edad los seres humanos no cambian, de manera que es una esperanza inútil. Uno empieza a aceptar a los afectos más cercanos tal como son y a deshacerse de quienes le hacen daño. “Ya no te espero, porque de esperarte hay odio”, asegura Silvio Rodríguez.
La humanidad como colectivo es muy vieja y algunas características la ambición desmedida y la falta de solidaridad por ejemplo aquejan al mundo desde sus inicios. En relación al hambre, la miseria, la tortura, las guerras… ¿se puede acaso tener la esperanza de un cambio?
Yo tengo paciencia. Los años me han enseñado a tenerla. Así que puedo sentarme a esperar la esperanza. En cualquier momento tiene que llegar.
Claudia Barrionuevo
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