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El último de los utópicos

Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 07 enero, 2013


Desde que fue nombrado presidente ha dado pocas entrevistas pero sus discursos en los foros internacionales son memorables


El último de los utópicos

Viendo sus fotos uno querría tenerlo cerca y abrazarlo. Provoca ternura, admiración, esperanza. Su cara bonachona evoca más a un abuelo que al guerrillero que no deja de creer que lo imposible sea posible.
Su mayor virtud es rara en estos días: austero y consecuente. “Pobre no es el que tiene poco, sino el que necesita infinitamente mucho”, es una de sus sentencias históricas.
Vive con su zaguate manca y su compañera de toda la vida, y esposa desde hace pocos años, en una pequeña finca. Las alpargatas siempre acompañan su sencilla vestimenta. Es un hombre de campo.
No parece guardar resentimientos aunque fue torturado y pasó más 13 años en la cárcel.
Desde que fue nombrado presidente ha dado pocas entrevistas pero sus discursos en los foros internacionales son memorables. Con la autoridad que le da no su investidura sino su forma de vida, dicta sentencias para la reflexión.

“¿Es posible hablar de solidaridad y de que “estamos todos juntos” en una economía que basada en la competencia despiadada? ¿Hasta dónde llega nuestra fraternidad? / ¿Ese es el destino de la vida humana?
¿Solamente consumir? / El desarrollo no puede ser en contra de la felicidad.
Tiene que ser a favor de la felicidad humana; del amor a la tierra,
del cuidado a los hijos, junto a los amigos”.

Cuando ganó las elecciones de su país no se mudó a la residencia presidencial: la cedió a los indigentes para que no murieran de hipotermia durante el invierno.

Viaja hasta la casa de gobierno en su viejo escarabajo azul. La distancia es larga y rara vez usa chofer.
Se mantiene con $1.500 convencido que muchos de sus conciudadanos viven con mucho menos. El resto de su salario, más de $10 mil, lo dona a distintas instituciones. Su esposa también entrega gran parte de sus honorarios como senadora.
Si bien en Costa Rica tuvimos un presidente que donaba su salario, esto es fácil: el caballero en cuestión es millonario y el sueldo es de muy poca monta.
Hace pocos días un alto funcionario renunció a su puesto porque tenía que manejar de Heredia a Cartago y eso le significaba una gran pérdida de tiempo atentando contra su salud. Conozco un muchacho de Tres Ríos que, luego de estar varios meses desempleado, consiguió un trabajo en Pavas. Todos los días sale de su casa a las 4 a.m. desplazándose en buses, cuyas tarifas son obscenas, para llegar puntual a las seis.
Durante años (hace mucho) se comparaba a Costa Rica y Uruguay en varios aspectos: su nivel de educación, su democracia (hasta que en el país del Sur se inició la dictadura), su cantidad de habitantes…
Ya no nos parecemos. Uruguay tiene gobiernos progresistas, todos los alumnos de primaria cuentan con una computadora portátil, es un país con mejores proyecciones económicas.
Pero siempre es lindo soñar con utopías, con que lo imposible sea posible. Si la República Oriental del Uruguay tiene un presidente de lujo como Pepe Mujica, ¿no nos merecemos los ticos, algo parecido?

A un año de las elecciones deberíamos pensarlo. O soñar. No cuesta nada.

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