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Descubriendo el agua tibia

Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 16 abril, 2012



Descubriendo el agua tibia


Luego de la renuncia de don Fernando Herrero como ministro de Hacienda y de su esposa, Flora Isabel Rodríguez como asesora de la señora Presidenta, otro escandalito sacudió al gobierno: la contratación por parte de Recope de la empresa Procesos, cuya propietaria es doña Flora Isabel, para realizar una campaña de asesoría de imagen.
¿Por qué necesitaría un monopolio este tipo de consultoría? ¿Por qué a don Jorge Villalobos, presidente de la institución, le resulta tan difícil de explicar cómo se realizó la contratación?
Uno puede entender el error humano de don Francisco Villalobos, ahora exdirector de Tributación Directa, al declarar y no pagar su impuesto sobre la renta: a cualquiera le pasa. Lamentablemente ese olvido le costó el puesto. Pero un ingeniero, aunque sea químico, no puede argumentar que como nunca ha construido nada las siglas Macopa y Aditec son crípticas para él. Yo tampoco he sigo gestora de ninguna construcción y he oído hablar de ambas empresas. Seguramente tienen una excelente asesoría de imagen.
Ahora bien, ninguno de los hechos denunciados últimamente es algo novedoso. La evasión de impuestos, los grandes negocios entre la administración pública y las empresas privadas, las licitaciones con nombre y apellido, los sobornos, el tráfico de influencias y tantos otros actos ilegales y/o anti éticos han sido moneda corriente en la larga historia democrática de Costa Rica.
La corrupción que hoy se hace pública a través de los grandes medios de información no es noticia nueva aunque así lo parezca.
Hace algunas décadas solo pequeños periódicos como Libertad, Universidad o Esta Semana se atrevían a denunciar los actos incorrectos de los funcionarios públicos. La repercusión de estas acusaciones era mínima: la circulación de estos medios nunca fue masiva y eran desautorizados por sus inclinaciones ideológicas.
Si antes los ciudadanos más informados, los cercanos al poder, los desconfiados eran los únicos que sabían o sospechaban del enriquecimiento ilícito de muchos funcionarios públicos y empresarios privados, ahora todos tienen ese privilegio gracias a las denuncias en masa de los medios informativos.
Debemos alegrarnos que los actos de corrupción del gobierno y las compañías privadas, que antes eran ocultados, ahora salgan a la luz pública con bombos y platillos. ¿No deberíamos preguntarnos por qué?
Si antes los periódicos y noticieros televisivos más poderosos del país disimulaban los hechos y ahora ponen en evidencia hasta el mínimo pecado, ¿no será que tienen fuertes motivos para hacerlo? ¿Será que el Plan Fiscal va a afectar a los más ricos?
Que quede claro: mantengo mi oposición ante un Impuesto al Valor Agregado tan alto y no justifico ningún acto antiético. Me alegra que ahora todos, no solo unos pocos, se indignen ante el enriquecimiento ilícito. Pero descubrir la corrupción en Costa Rica es descubrir el agua tibia.

Claudia Barrionuevo
[email protected]

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