Acusados en el cielo rojo
Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 17 agosto, 2009


Acusados en el cielo rojo

Dieciséis años después de que Jodie Foster ganara un Oscar por su interpretación de Sarah Tobias, una joven costarricense sufrió —y aún sufre— un calvario similar al de la protagonista de “Acusados”.
María Laura fue violada en el parqueo de una “barra libre” por cuatro muchachos de “buena familia”. El juicio contra los supuestos agresores se inició hace un par de semanas. Al igual que los violadores de Sarah, el principal implicado en el asalto a María Laura no niega haber tenido contacto sexual con ella, pero asegura que fue consensuado. El informe médico dice lo contrario: las terribles señas de la violencia que sufrió la muchacha estaban en su cuerpo.
El dolor físico y emocional que María Laura vivió no terminó esa noche: se ha extendido durante un lustro. A igual que Sarah Tobias nuestra protagonista nacional ha sido denigrada y humillada. Es señalada como culpable de lo que le sucedió por muchos miembros del círculo social al que pertenecen ella y sus agresores. Algunos hombres y ¡mujeres! creen que ella provocó el espanto que le sucedió; su forma de vestir y la cantidad de alcohol que ingirió aquella noche son —supuestamente— los culpables de lo ocurrido.
En un esclarecedor artículo de Pablo Ureña —publicado la semana pasada en un diario nacional—, el abogado argumenta el error-horror que cometen los medios de comunicación en el uso del lenguaje cuando “justifican” un femicidio diciendo —por ejemplo— “la mató por celos”. En realidad el que mata a una mujer es un asesino y no tiene razón alguna para cometer el crimen. De igual manera un violador no debe ser justificado por nada ni por nadie.
En la película costarricense “El cielo rojo” —que el año pasado fue un éxito entre los más jóvenes— uno de los tres amigos del protagonista vive suspirando por Ana, una hermosa pelirroja que lo ignora. Durante una fiesta en la que ambos están presentes, Ana toma de más. Cuando se levanta del sillón para ir al baño trastabilla y es ayudada por otro muchacho, hijo de un diputado, que la lleva hasta su carro y allí la viola.
La realidad siempre supera a la ficción. Es posible que la anécdota de la película esté inspirada en lo que le sucedió a María Laura y sea una muestra de solidaridad con ella por el horror que ha tenido que vivir.
Dedico esta columna a María Laura. No dudo que tendrá la fuerza suficiente para superar su doble violación: la que supuestamente cometieron cuatro jóvenes y la que prolongaron todos los que la señalaron transformándola —sin piedad y con alevosía— de víctima en acusada.
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